La Navidad es una época que nos invita a mirar más allá de nosotros mismos y a conectarnos con el verdadero significado del amor y la solidaridad. Este espíritu navideño quedó plasmado el sábado 21 de diciembre de 2024, cuando un grupo de jóvenes de la Parroquia Imperial, en Cañete, visitó a los niños hospitalizados en el Hospital Resola. Con edades entre los 22 y 35 años, estos jóvenes decidieron dedicar parte de su tiempo a llevar consuelo, esperanza y alegría a los pequeños pacientes que enfrentan diversas dificultades de salud.
La jornada estuvo marcada por actividades cargadas de significado espiritual y emocional. Los jóvenes, con rostros iluminados por la alegría de dar, comenzaron la visita con momentos de oración y reflexión, invitando tanto a los niños como a sus familias a acercarse a Jesús en esta temporada especial. A través de dinámicas participativas y mensajes esperanzadores, lograron sembrar en los corazones de los presentes un sentimiento de paz y confianza, recordándoles que no están solos y que Dios siempre está presente en medio de la adversidad.

Cada niño recibió un obsequio simbólico, sencillo pero cargado de un profundo significado. Más que un regalo material, estos presentes representaban el amor, la esperanza y la promesa de un futuro mejor que el Niño Dios trae consigo en Navidad. En los ojos de los pequeños se dibujaron sonrisas sinceras, y en el ambiente se percibía una calidez que iba más allá de las palabras.
La acción de estos jóvenes nos recuerda que el verdadero significado de la Navidad no se encuentra en los adornos o los regalos costosos, sino en el gesto de mirar hacia el otro con empatía y generosidad. En un mundo donde a menudo predomina el individualismo, iniciativas como estas se convierten en un testimonio poderoso de que aún es posible construir comunidades basadas en el amor y la solidaridad.

La Navidad nos invita a reflexionar sobre nuestra relación con los demás y a abrir nuestro corazón a quienes más nos necesitan. Es un tiempo para reconocer la presencia de Dios en los más vulnerables: en los hospitales, en las cárceles, en las calles y en cada rincón donde habite el sufrimiento. La esencia de esta celebración no radica en lo material, sino en la capacidad de compartir, de tender la mano y de renovar los lazos familiares y comunitarios.
Acciones como la de los jóvenes de la Parroquia Imperial son un recordatorio de que todos tenemos la capacidad de hacer una diferencia, por pequeña que parezca. Al llevar consuelo y alegría a los niños del Hospital Resola, estos jóvenes se convirtieron en mensajeros del amor de Dios, dejando una huella imborrable en los corazones de las familias y pacientes.
Que este ejemplo nos inspire a todos a vivir una Navidad más auténtica y significativa. Más allá de las luces y los adornos, el verdadero regalo es la presencia amorosa que podemos ofrecer a quienes nos rodean. En cada sonrisa que provocamos, en cada palabra de aliento que brindamos, y en cada gesto de solidaridad, estamos reflejando el mensaje de esperanza que Jesús trae al mundo.
La invitación es clara: que esta Navidad sea una oportunidad para mirar con nuevos ojos a nuestro prójimo, para fortalecer nuestros lazos familiares y comunitarios, y para comprometernos a construir un mundo más humano y solidario. Que el Niño Dios, a través de nuestro ejemplo, siga tocando corazones y llenándolos de luz y esperanza.